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Crítica a Identidad y Violencia de Amartya Sen – Alejandro Uribarri

Enviado por en 2 diciembre, 2010 – 23:04Un comentario

 

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Las relaciones de identidad y violencia de Amartya Sen

Las personas somos a la vez muchas cosas. Nuestra profesión, nivel socioeconómico, nuestras aficiones y filiaciones políticas y muchos otros aspectos más hacen de nosotros un ser plural. Cada una de estas características influye en nuestro comportamiento ya que los patrones en la toma de decisiones se eligen dependiendo de la identidad que prevalece en cada situación concreta. En un momento dado, una persona puede sentirse más alumno universitario que un español (por ejemplo, en un congreso donde cierta materia científica no está bien representada por España, dando lugar a crítica hacia su propio país), sin embargo, en otros tantos momentos las identidades pueden cambiar de prioridad o nivel jerárquico y de repente uno que se sentía alumno universitario adopta patrones de comportamiento de un gran patriota (en un partido de futbol, independientemente de la calidad de juego de la selección).

De este modo, vemos que una persona puede tener un comportamiento distinto dependiendo de la identidad que elige. Llegado hasta aquí no es difícil observar que nos encontramos ante un problema – la sociedad prefiere no distinguir la pluralidad de identidades que tiene un individuo concreto sino tiende a generalizar e ingresar a los individuos en diferentes macro grupos, supuestamente unidos por una identidad superior. Esta identidad superior en gran mayoría de los casos es la religión. Pero como veremos más adelante, este análisis es extremadamente pobre y no es capaz de describir la realidad. A esta situación general se suma otra, no menos importante: muchos científicos y filósofos modernos en sus estudios adoptan esta misma posición simplista, lo que crea a su vez un doble problema. Por un lado, no se hace un inventario real de las creencias y comportamientos de los grupos objeto de estudio y por otro lado, dada la complejidad de la argumentación científica y su aparente calidad académica, hace que las percepciones erróneas en la sociedad se alimenten de fundamentos de cierta confianza.

Todo esto podría terminar en un debate académico sin mayores consecuencias que creación de innumerables tomos de estudios sobre este asunto, si no fuera por la relación que tiene la identidad con la violencia. Según Amartya, la violencia puede ser suscitada no solo por el comportamiento de otros, sino por la simple identificación con ciertos grupos o valores. Un cultivo premeditado de una sola identidad crea una situación de intolerancia que rápidamente se convierte en violencia. Y lo más triste es que estos sentimientos identitarios son muchas veces alentados por políticos irresponsables con fines electorales o de mantenimiento de poder. Todo esto nos obliga a reflexionar sobre el papel de otras identidades, distintas de religión (o civilización) que muchas veces condicionan el comportamiento de las personas y que deberían servir para frenar esta radicalización de las sociedades modernas.

Para poder empezar a investigar en este campo, primero es necesario saber si las personas son libres de elegir su identidad, porque si no es así, no podemos hacer más que observar sin poder cambiar nada. En contra de las teorías conformistas, Sen cree que somos libres de elegir quienes somos y el orden que queremos dar a las diferentes identidades que tenemos. Sin embargo, esta libertad puede estar sujeta a limitaciones que no están controlados por el individuo. Una persona puede querer considerarse multimillonario, pero sin tener miles de millones le será difícil conseguir esta identidad. A todo esto debemos añadir la aceptación de nuestra identidad por los demás. Nosotros podemos elegirnos una identidad libremente, pero no podemos asegurar que los demás la acepten.

Al mismo tiempo, en la sociedad imperan fuerzas que tienden a limitar la elección del individuo y encauzarlo en un marco de identidad única. Unos son los conformistas, que tratan de imponer ciertas identidades históricas que crean un sistema de desigualdades sociales que no están amparadas nada más que por tradiciones conservadoras. Y en realidad todo lo tradicional resulta ser bastante eficaz para frenar los intentos de crítica lógica y parcial. Y por otro lado se encuentran los comunitaristas, que creen que las identidades de la comunidad no se eligen y no se puede desprenderse de ellos, por tanto la voluntad humana no participa en la elección de la identidad.

Visto esto, ahora intentaremos entender mejor el deseo que tienen muchos de ver a las personas solamente por la religión que procesan o por la civilización a la que pertenecen. En la actualidad hay muchos comentaristas que analizan los procesos sociales y políticos en el mundo solamente a través del prisma ideológico, cultural o civilizacional. Estos análisis ofrecen una imagen de fácil digestión para las masas y delimitan muy bien quienes somos a partir de quienes no somos. Se crean unas categorías de personas elegidas por una identidad concreta y se cree que esta separación ayuda a predecir patrones de comportamientos de estas comunidades. Bajo este simple esquema se intenta calcular unas estructuras de relaciones internaciones de gran complejidad. Un aspecto interesante que revela Sen es que entre los que predican la teoría de civilizaciones hay dos corrientes enfrentadas, pero igualmente incorrectas. Una es la que vislumbra un futuro conflicto entre civilizaciones, liderada por Huntigtony otra, que defiende la harmonía y la cooperación entre las civilizaciones. Según Amartya, estos dos enfoques son incorrectos porque su base es la misma – el confinamiento de las personas en una única identidad. Esta única identidad no solo reduce la realidad, sino también la malinterpreta. Podemos observar cómo estas corrientes civilizatorias aportan a los “occidentales” valores de tolerancia, democracia, habilidad científica que, por lo visto, no son propios de otras civilizaciones. Pero la historia nos da ejemplos muy reveladores respecto a todas estas características occidentales. En primer lugar, la tolerancia occidental puede toparse con la inquisición y otras prácticas como expulsiones de judíos que llenan la historia occidental. Por otro lado, aunque la cuna de la democracia es la antigua Grecia y la democracia moderna emana directamente de los filósofos occidentales, para otros pueblos esta forma de gobierno tampoco es ajena. Los desarrollos científicos también se han dado en muchos lugares del mundo y en distintas civilizaciones, siendo los máximos aportadores en la antigüedad los indios y árabes. Lo mismo pasa si encuadramos a los musulmanes en el mismo grupo de personas intolerantes, belicosas y bárbaras cuando hay numerosos ejemplos de gobiernos musulmanes tolerantes, incluso cuando en Europa quemaban gente en la hoguera. Por tanto, aunque se quiere dar una homogeneidad a las civilizaciones, encuadrarlas en un conjunto de valores subjetivos, este análisis no puede soportar la crítica y realidad histórica.

Según Amartya, esta malinterpretación de las características de las sociedades frena el desarrollo de sociedades no occidentales. En la era post colonial y sobre todo post soviética, hay un gran sentimiento de aversión contra el occidente. Este sentimiento puede explicarse por varias razones, sobre todo por las atrocidades cometidas por los colonos en las tierras conquistadas, por el desprecio que han sufrido estos últimos. Por tanto, hay un peligro importante para estas sociedades de malinterpretar los valores democráticos y de tolerancia como exclusivos del occidente. Desgraciadamente estos valores son muchas veces pisoteados por los políticos locales que se apoyan en argumentos de una singularidad histórica diferente de los colonizadores que no les permite adoptar estas normas extranjeras e impuestas. Estos políticos deben comprender que el occidente no tiene más derechos sobre la democracia que cualquier otra cultura del mundo.

Un ejemplo muy ilustrativo de la pluralidad de identidades es la India, país de nacimiento del autor. En este país hay muchas formas de entender las personas porque los indios tienen diferentes identidades muy acusadas. Por ejemplo la clase social es un factor muy diferenciador. La región de procedencia también puede decir mucho de una persona (hay una diferencia abismal entre personas del norte y del sur de India). La religión, una identidad por excelencia, encuentra en India multitud de formas y confesiones. Y lo más interesante es que la religión no está en primer lugar de clasificación, se toman en cuenta todas y cada una de las identidades. Un ejemplo de esto podría ser la estructura del poder en la India contemporánea. En un país donde el 80% de la población es hindú hay un primer ministro sij, un presidente musulmán y la cabeza del partido gobernante es una mujer de orígenes cristianos. Está claro que la religión en este caso no ha sido el factor determinante para llegar al poder, sino otras identidades que de alguna forma dieron acceso a estos puestos.

En vista de todo lo anterior, tenemos que reflexionar sobre lo que somos y a que grupos podemos pertenecer aparte del ambiguo grupo de una u otra civilización. Esta reflexión no solo nos ayudará a comprendernos mejor sino también ayudará encontrar lazos con personas que anteriormente hemos considerado como extrañas y casi enemigas. Tenemos que ver más allá de calificativos impuestos por el gobierno o la prensa e intentar abarcar una visión más compleja pero también más exacta de las personas.

Crítica al pensamiento de Sen

En este libro Sen aborda un tema muy interesante que incluye cuestiones tanto psicológicas como sociológicas y políticas. La gran parte de las ideas son difíciles de negar. Es cierto que nosotros tenemos multitud de identidades y hasta cierto punto somos libres de elegirlas. Desde el punto de vista puramente personal, el consejo que da Sen es perfectamente válido para todos: no hay que centrarse en una sola realización del “yo”, sino hay que potenciar todo el conjunto de identidades.

También tenemos que tener en cuenta el análisis de Sen para entender las gentes más próximas que nos rodean. Si no consideramos todas las facetas de una persona, nos podemos llevar alguna sorpresa con un amigo o conocido.

Pero debo decir que el libro no aporta unas evidencias claras que corroboren que la simplificación a una identidad es necesariamente perjudicial para un estudio científico. Si un analista quiere encontrar tendencias, tiene que buscar relaciones entre diferentes variables. Utilizaré un ejemplo. Imaginemos un país X, donde hay un elevado número de criminalidad. Se hace un estudio comparativo entre número de crímenes y color de los ojos. Imaginemos por un instante que el resultado revela que el 80% de los crímenes son cometidos por personas de ojos oscuros. El estudio en sí es una simplificación “burda”, con las palabras de Sen, pero revela una tendencia clara. Y esta simplificación ayuda a posteriori a buscar razones, soluciones, escribir libros y tomas acciones. Pero sin esta simplificación, ésta actividad no sería posible. También puede darse el caso cuando no se puede hallar relación alguna, lo que nos enseñará que en una sociedad dada no hay una identidad o característica común que puede estar relacionada con la criminalidad. Por tanto, creo que para fines académicos se pueden omitir identidades no relevantes para un estudio concreto, pero este tipo de análisis, como toda generalización y simplificación, solo será útil si hay un gran número de observaciones. Su aplicación para casos individuales es inexacta (y en muchos casos éticamente incorrecta), de hecho de estos casos se ocupa otra ciencia – psicología.

Aclarado este punto, podemos decir que Sen juntó en una obra dos cuestiones en cierto modo incompatibles. Este enfoque individualista, que le da el charme reivindicativo de la búsqueda de identidades personales en grandes esquemas de política internacional ha logrado una importante acogida por la crítica. Pero la gran parte de esta crítica saca del contexto solamente ideas “pop” tipo “todos somos personas y que no se nos simplifique”. Pero este enfoque individualista no aporta absolutamente nada al análisis de relaciones internacionales. ¿Nos da una idea de un futuro al menos próximo? ¿Nos puede aportar una aproximación de cómo serán las relaciones entre países, donde pueden aparecer conflictos, que regiones son de urgente atención? Su análisis de que todos pueden ser de un modo al mismo tiempo que de otro deja una situación de incertidumbre y a la que el autor no propone solución alguna. En realidad, sería interesante leer una alternativa de Sen para cuantificar magnitudes de todas las identidades para poder hacer predicciones más fiables.

Una de estas críticas a las que me he referido anteriormente es la que aporta Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura de 2010. Denuncia la “minimalización del ser humano” como una semilla de violencia y de crimen. En este sentido estoy de acuerdo tanto con Sen como con Vargas Llosa, las políticas de radicalización son fuentes de intolerancia y reducción de personas a unas máquinas obedientes a una idea. Pero quiero matizar un aspecto: hay que separar los ensayos académicos como el de Huntigton de instigaciones políticas de mandatarios. Lo primero crea conocimiento o suscita debate, lo segundo adoctrina masas. En primer caso el flujo de información es multidireccional, en segundo unidireccional. También es interesante la aclaración que hace Vargas Llosa sobre la aportación de la cultura a nuestras identidades. Discrepa con Sen, diciendo que la cultura es un factor importante y en gran parte determinante a la hora de construir varias identidades personales. De nuevo debo decir que estoy completamente de acuerdo con el escritor Premio Nobel. Aunque somos libres de elegir las identidades, éstas en gran medida dependen de los factores externos, de nuestras experiencias vividas. La importancia de cada identidad está relacionada con el tiempo de exposición a una determinada experiencia que construye esta identidad, y claro está, con la época de la vida cuando tiene lugar la experiencia. La cultura y las costumbres las recibimos de pequeños y durante un prolongado periodo de tiempo, así éstas identidades son de las más importantes y las que más afectan a la libertad de elección. En este contexto y centrándome más en Ciencia Política quiero añadir que, por ejemplo, las preferencias políticas de los hijos están muy relacionadas con las preferencias políticas de los padres, que podría ser explicado por la prolongada exposición a estas ideas durante la época de la formación de identidad.

Una interesante aportación sobre las identidades ha hecho el filósofo Kwame Anthony Appiah Según Kwame, el conjunto de identidades que tiene cada persona crean su individualidad. Es un importante desarrollo de la idea de Amartya, ya que pasamos de hablar de personas con muchas identidades compartidas a hablar de individualidades singulares. En este contexto nos alejamos aún más del comunitarismo. Pero lo anterior no anula las diferentes identidades colectivas, éstas existen y aportan a la persona la experiencia vital colectiva necesaria para el desarrollo de su propio programa de vida. En este sentido hay una diferencia con Sen, porque el ve las identidades solamente como forma de verse y de mostrarse a otros, pero Kwame aporta una nueva función a la identidad – la formación.

Por último es necesario comparar las ideas del antagonista por excelencia de Amartya Sen – Samuel P. Huntigton. En realidad los dos autores son tan diferentes que es difícil hacer comparaciones. Huntigton es un analista político, experto en relaciones internacionales y como tal ha hecho un gran trabajo. Sen es un excelente economista que hace ensayos filosóficos y es un gran patriota indio, como tal ha hecho también un buen trabajo. Personalmente no creo que haya discrepancia en cosas fundamentales entre estos dos autores. Los dos se preocupan por la seguridad y la paz, los dos ven la amenaza de la radicalización (Sen ha dedicado varios párrafos para tratar el resurgir del fundamentalismo, la misma preocupación de la que habla Huntigton), los dos ven el alcance de los sentimientos anti occidentales en todo el mundo (Sen dedicó todo un capítulo para hablar de movimiento anti occidente y sus características). La gran diferencia entre estos dos autores son los fines perseguidos. Si la mayor preocupación de Huntigton es la seguridad global y el análisis internacional, la de Sen, por el contrario, son las libertades públicas y la individualidad. Huntigton buscaba formas de enfrentarse a un mundo que estaba cambiando a una gran velocidad y Sen quería concienciar a las personas después de los ataques terroristas de que no todo el islam son bombas y que la generalización de las conductas de un determinado pueblo es perjudicial. Los métodos de análisis de uno no le servirían al otro e igual al revés. No se puede hacer estudios globales estudiando cada una de las personas afectadas ni tampoco se puede comprender identidades en toda su extensión simplificando y generalizando.

En definitiva, Amartya Sen ha realizado un trabajo interesante de obligada lectura. Aunque no comparto personalmente ciertas aproximaciones, su pensamiento es enriquecedor y anima a reflexionar y comparar.

Por: Alejandro Uribarri – Elexterior.es

Imágen: www.flickr.com/photos/forumpa/4624173032/ de Forum PA

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Samuel P. Huntigton, “El choque de civilizaciones”, Buenos Aires, Paidós, 2001

Mario Vargas Llosa, “Y el hombre dónde estaba?”, El País, 08/04/2007

Russell J. Dalton, “Citizen Politics”, Chatham House, Chatham NJ, 1996, p. 201

Kwame Anthony Appiah, “The Ethics of Identity”, Princeton University Press, Princeton and Oxford, 2005

Un comentario »

  • José Venegas Toro dice:

    Identidad y violencia
    A.Sen
    Plantea con claridad el problema de este siglo
    La multiplicidad de identidades en este mundo global.
    La virtud del político actual es desarrollar la capacidad de COMPRENCiON del otro, única posibilidad para evitar la violencia que se avecina

    José

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